jueves, 10 de enero de 2008

Salamanca... tierra mía

Este fin de semana nos vamos a Salamanca. Para mi, lo sabéis, es un viaje especial. Porque os llevo allí, a "mi ciudad" (después de Madrid, claro). Porque es una ciudad que forma parte de mi vida... y lo voy a compartir con vosotros.

Yo podría escribir posts y más posts sobre la ciudad, pero he encontrado unas palabras de un amigo blogero (elfrio.blogspot.com) que vienen al pelo y describen muy bien lo que siento.

La foto va dedicada a Mani, que le gusta más de noche. Muchas gracias a todos.


Salamanca es una ciudad en la que pasear por sus calles transporta a un mundo completamente distinto. Su historia destila en cada paso que doy y me reconcilia con el mundo.

Ante mí se abre, primero, la Plaza Mayor, demasiado parecida a la de Madrid, pero con un aire tan diferente que hace que sientas que has cambiado de mundo. Sí, las terrazas en las que te clavan están ahí, pero el aire que respiro ya es diferente porque la ciudad es netamente diferente.

Paseo por sus calles y siento que estoy pisando las mismas piedras que pisó Fray Luís de León o Unamuno. El ambiente de una universidad independiente y poderosa, a lo largo de la historia, se deja oler por doquier.

El Tormes a mis pies y eso que esta vez casi no lo he visto porque no lo he necesitado, deja su estela y recuerda que de sus aguas nació el Lazarillo, una obra maestra de nuestra literatura. En su extremo el toro sobre el que el niño recibió el primer encuentro con la vida: un cabezazo contra la piedra del verraco.

Sigamos por sus calles. Salamanca me llama desde cualquier esquina y me cuenta que durante siglos la sabiduría fue su fuerte, su alcázar. En otras ciudades visitamos las murallas, los alcázares o las iglesias. Aquí, a parte de las iglesias (inevitables en un país baluarte del catolicismo) visitamos la Universidad.

Es el mayor testimonio de la transmisión del saber de este país, el más conocido, el más hermoso. Salamanca es lo que es no por ser plaza fuerte, ciudad guerrera. No, porque aquí se educó, o al menos se intentó. La fachada de la universidad ante mí me impregna del significado del saber.

Las catedrales, un ejemplo de arquitectura. Qué pequeño me siento a sus pies. Son magníficas, cómo pudieron construir aquello sin medios, sin grúas, sin...no hay explicación aparente. Porque hoy no seríamos capaces de hacer algo tan hermoso.
Sigo mis paseos por la ciudad. Ya la conocía y, sin embargo, sigo descubriéndola. Su belleza, su historia me impregnan y siento que me transporto cada vez que me paro ante sus monumentos.

Monumentos...historia...vida
Y es que la magia de la ciudad es eterna, infinita y siempre por descubrir.

3 comentarios:

Raquel dijo...

Muy bonito el texto, la verdad que caminar por las calles de Salamanca, te puede hacer sentir como si te hubieras transportado a otra epoca.Espero en este viaje tener las mismas gratas sensaciones que he tenido cada vez q la he visitado.

Danu dijo...

Pues nada, ¡chicos! Ya estamos de vuelta... ¡y habiéndomelo pasado teta! Ha sido muy especial para mi, gracias a todos.

Ya estoy deseando hacer otro viajecillo con vosotros!

PD: ¿Quién soy?, ¿no lo sabéis? Peroooo ¡¡¡¡¿¿sois tontos??!!!! jijiji

Gilgamesh dijo...

Muchas gracias niño por la foto, es muy bonita. Lo he pasado genial. Pero me he quedado con la espinita de ponerle un personaje a Mónica, perdón digo a Raquel (huy se me ha escapado). Jejeje.

P.D. Raquel, no era tan sencillo.